Paraíso de la costa brasileña, ‘Ilha Grande’

A algo más de dos horas hacia el sur de Río de Janeiro se encuentra Angras dos Reis. Es una pequeña ciudad que descansa junto al mar rodeado de montañas. En su puerto podemos embarcarnos en una antigua goleta remodelada para el transporte a motor de viajeros hacia Ilha Grande.


Una hora y media de travesía nos permitirá contemplar la gran belleza del paraje. Playas pareciendo escapar de la ferocidad de la selva atlántica que invade prácticamente toda la isla, barcos de pescadores, palmeras estirando sus cuerpos compitiendo por ver cuál alcanza más rayos del sol al día. Desde la goleta se percibe el ambiente de calma total que emana de este paraíso tan cercano a la costa brasileña.

La embarcación nos dejará en el muelle de madera de la única villa que existe en la isla: Vila do Abraao. El pueblito tiene escasamente tres cuadras de ancho y se estira afilándose por los costados siguiendo la línea costera. Sin problema encontraremos habitación a buen precio, en alguno de los innumerables hoteles y hostels del lugar.
El tiempo cambia al compás de los vientos que azotan los cabos. Las nubes se asientan sobre el Pico do Papagaio, humedecen las selvas circundantes y abandonan la isla así tal cuál llegaron.
El paraje invita también a la caminata. La isla no la recorren coches, tan sólo se puede andar a pié o en bicicleta. Diversas rutas de trekking parten de la villa hacia playas dispersas entre la maraña de la selva. Recomiendo visitar la Praia do Mangues, Praia Preta, Sacu du Ceú y la más llamativa y que alberga más fama que todas: Lopes Mendes.
Muchos la consideran la mejor playa de Brasil, y no puedo negar que su belleza compite con las mejores playas que haya visto nunca. Aún así y particularmente, creo más que sobrepasada esta espectacularidad natural de arena, olas y naturaleza selvática, por algunas de las playas de la isla de Fernando de Noronha.
Ahora bien, la cercanía de esta isla a la costa brasileña y lo económico que se hace llegar hasta ella, hacen que podamos disfrutar con más facilidad de los encantos de este paraje.
Un remanso de paz que en épocas pasadas, aunque sea difícil de creer por el aspecto paradisíaco actual, se transformó en una colonia de enfermos de lepra. De hospital de enfermos de lepra paso a ser una prisión. Aquí fue construido un penal dónde fueron presos algunos de lo criminales más peligrosos del país.
Hoy paseamos olvidados en ocasiones del pasado, pero si miramos bien, si escuchamos y observamos a los lugareños y su entorno, percibiremos una intra historia llena de recovecos.
Los amantes de las islas paradisiacas y de la naturaleza selvática aqui tienen un destino muy recomendable.

via: Diario del Viajero. Com

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