Un paseo entre bosques y montañas por los senderos de la Patagonia

Es ideal para familias. O para aquellos que se acercan por primera vez a la naturaleza agreste. O para quienes se interesan más en disfrutar del paisaje que en batir récords detrekkingHuella Andina es un sendero de largo recorrido situado en la región norpatagónica, que une el lago Aluminé, en Neuquén, con el área de Baguilt, en Chubut.







Es una iniciativa del Ministerio de Turismo de la Nación y de la Administración de Parques Nacionales y, justamente, el sendero pasa por 5 parques: Lanín, Arrayanes, Nahuel Huapi, Lago Puelo y Los Alerces. Todos los tramos del itinerario están divididos en etapas y señalizados en forma clara y minuciosa para que sean fáciles de recorrer, sobre todo para las personas que no tienen conocimientos específicos de senderismo. Y se caracterizan por ser de baja y media dificultad, para que sean accesibles a la mayor cantidad de visitantes posible. El recorrido para esta nota fue realizado dentro del Parque Nacional Los Alerces, a40 km de Esquel, en Chubut.
Bosque protegido. Veinte pesos los adultos. Los jubilados y los menores de 16 años no pagan. Llegamos a la entrada del parque y una vez que ingresamos los guardaparques nos entregaron un folleto del área protegida, de los recorridos de la Huella Andina y nos dieron varias recomendaciones: caminar siempre en pareja o en grupo,no salirse de las sendas establecidas, llevar agua, que en pocos lugares hay señal de celular, y usar ojotas osandalias al meternos a lagos y ríos.
A los que llegan a pescar se les suma la obligación de pasar por el lugar de limpieza del equipo de pesca, incluyendo waders, botas y embarcaciones. El motivo es evitar la aparición y proliferación de la Dydymosphenia geminata, un alga originaria del Hemisferio Norte que perjudica el ecosistema y las poblaciones de peces del sur. Antes de comenzar con los senderos un poco más largos hacemos apenas unas cuadras para visitar la cueva de las pinturas rupestres.
Todo es silencio, y quizás esta sea una de las claves para disfrutar de la experiencia, detenerse a mirar, a sentir los aromas, a escuchar. Simplemente detenerse. No somos expertos en arqueología y nuestros ojos apenas alcanzan a distinguir formas dibujadas con tinta colorada que no sabemos descifrar. Sin embargo, nos conmovemos al pensar que miles de años atrás hombres y mujeres estuvieron ahí mostrando su arte y su visión del mundo que los rodeaba.
Una vez ya inmersos en el bosque, todo cambia. El sendero es estrecho, apenas escarpado y a nuestra derecha se extiende el lago Futalaufquen, con una vista de ensueño, de naturaleza perfecta. El aire se siente puro y podemos disfrutar de todo porque simplemente caminamos siguiendo la señalización (una banderita celeste y blanca) que nos marca que vamos por el buen rumbo. Todo lo demás es respirar, mirar árboles altísimos, cruzarse con alguna mariposa o un pájaro, en este caso un chucao, que anda a los saltitos. Las flores de amancay parecen estar abiertas para nosotros y es como si nos sonrieran desde su color anaranjado generoso que resalta en el verdoso marrón del bosque.
Después del almuerzo (es posible comer y pernoctar dentro del parque ya que hay tres hosterías y veinte campings entre agrestes y organizados) nos dirigimos a la pasarela del río Arrayanes con la idea de ver al famoso Lahuán Solitario. Se trata de un sendero de baja dificultad que se recorre en aproximadamente 40’ y que culmina en un alerce de 300 años. En mapuche su nombre es lahuán, aunque la ciencia lo ha bautizado Fitzroya cupressoides. El cuidado de los alerzales fue uno de los motivos para la creación de este parque nacional a fines de la década del treinta.
Otra de las recomendaciones en que se pone énfasis consiste en no llevarse ninguna planta “de recuerdo” del bosque. En el caso de querer alguna de las observadas en los recorridos, hay que acercarse al vivero que está dentro del mismo parque para comprar la especie deseada.
Como último tramo de la jornada, previo detenernos en un mirador sobre el río Menéndez donde viven dos parejas del pato de torrente, una especie escasa y muy vistosa por el rojo de su pico y parte de su pecho, nos queda una navegación hasta el lago Krügger, donde hay camping y hostería.
Hacemos un alto para tomar un café bajo los árboles. Hasta este lugar también se puede llegar a pie siguiendo un sendero de la Huella Andina, pero se trata de la senda de mayor grado de dificultad que demanda unas 12 horas en recorrerla. Volvemos en lancha hacia la zona del lago Futalaufquen y bajamos en Playa Blanca, donde algunas familias han venido a pasar la tarde. El escenario es perfecto pues además de montaña, bosque y arena suave, el agua transparente del lago está –increíblemente– cálida y lista para recibirnos.

Por Lorena López para revista Weekend. Fotos: José Tolomei.

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