Cuba

El deslumbrante mar Caribe en las bellísimas playas de Cayo Largo y un paseo por La Habana. Por Lucía Dallura.



Cuba es un país maravilloso y cuenta con miles de cayos, pequeños islotes rodeados por el mar. El Caribe es increíblemente turquesa, con aguas cálidas y transparentes. Tuve el placer de viajar allí con mi esposo Carlos Carbone y nuestras hijas Valeria y Verónica.
Aunque en julio se registran huracanes, también es una época fantástica para disfrutar de las playas. En el aeropuerto de Cayo Largo, una hermosa isla de 37 km cuadrados, 18 turistas –mayoritariamente españoles– quedamos varados a causa de un huracán. Nos entreteníamos con la transmisión por la televisión del pequeño aeropuerto de los actos conmemorativos del aniversario del asalto al cuartel La Moncada. Ese 26 de julio, el maratónico discurso de Fidel Castro hizo más llevadera la espera y me permitió conocer algo más de la historia cubana, mientras se escuchaba el silbido del viento huracanado.
Después de varias horas, cuando el huracán se calmó, nos informaron que en la pista estaba dispuesto el avión que nos trasladaría a La Habana. Sin perder de vista el carrito del equipaje, comenzamos la breve caminata hacia la pista, que estaba desierta. A unos cincuenta metros pude observar una pequeña avioneta antigua, de esas que tienen alas dobles y a un hombre mayor que intentaba hacer girar las hélices delanteras por el sencillo procedimiento de darle un fuerte envión a una de sus aspas.
Cuando el hombre de mameluco blanco y antiparras se acercó a nosotros empecé a temer lo peor. Nos dijo que el avión estaba listo para partir, que debíamos acomodarnos en 14 asientos y cargar nuestras valijas sobre la falda. No acepté la propuesta.
No repetiré todos los argumentos que esgrimí y las amenazas que proferí, lo cierto es que mientras la reliquia de museo partía con los pasajeros restantes, a nosotros nos trasladaron en un jeep a un hermoso hotel de la playa, donde pasamos una noche más en ese lugar paradisíaco.
Al otro día nos trasladaron a La Habana en un avión más moderno. Después de recorrer la ciudad y visitar la Plaza de la Revolución, nos informaron que aquella antigua avioneta había sido utilizada en la Segunda Guerra Mundial y que el piloto había hecho su último viaje antes de jubilarse.
Días después, cuando llegamos a Buenos Aires, me esperaba una carta de las autoridades cubanas, en la que se disculpaban por lo sucedido. Pensé en responderla, pero preferí disculparme personalmente en mi próximo viaje a la isla. Espero que sea pronto.

*Lucía Dallura es Docente. Vive en Versailles (ciudad de Buenos Aires) y viajó en julio de 2000.

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