Viaje a los extremos del mundo

De la ciudad más alta a la más baja, del destino más árido al más lluvioso, de la cima del mundo a la fosa Más profunda. Un recorrido por los sitios que, por clima O geografía, se ubican en los extremos.


No hay mucho para ver en el Cabo Norte, la verdad. Grandes acantilados rocosos que se asoman al océano Artico, nada de vegetación. No mucho de especial. Sin embargo, miles de personas llegan hasta aquí cada año, con el solo objetivo de tomarse unas fotos en un pequeño monumento que reproduce el globo terráqueo y poder decir “aquí estuve”. Es que Nordkapp, este acantilado ubicado en el norte de Noruega, es el punto más septentrional de Europa. Es decir, el final del continente, el balcón al océano. Más allá, a donde no se puede continuar, sólo las aguas gélidas y el hielo del Polo Norte.


El Cabo Norte, a fin de cuentas, tiene ese atractivo especial que sólo atesoran los lugares extremos del mundo –aunque luego se descubrió que técnicamente el cercano Cabo Kinnarodden, de muy difícil acceso, está un poco más al norte–, esos sitios que hacen sentir al viajero que ha llegado hasta un lugar mítico del planeta, o que consiguió alcanzar el fin del camino, encontrar el límite. Y que, por más que lo intente, más allá no podrá ir. Esos sitios en los que parece que el mundo termina, como el mítico cabo Fisterra, en Galicia, ese que en la Antigüedad era considerado “el fin del mundo”.

Los puntos cardinalesEn el Cabo Norte suelen reinar la nieve y los vientos helados, pero lo contrario sucede en el extremo más meridional de Europa: el Cabo Tarifa, esa curiosa saliente ocupada por una ciudad en la comunidad de Cádiz, en el sur de España. Aquí también acuden miles de personas, en parte para ver ese punto en el que se unen el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, pero también –y más, seguramente– por el atractivo extra que ofrecen sus extraordinarias playas de arena, como la famosa Valdevaqueros, “meca” para los amantes del windsurf y el kitesurf. Pero también hay para un buen chapuzón de historia, con el Castillo de Guzmán el Bueno, construido en el año 960.
Y si ya llegó hasta allí y tiene ganas de andar un poquito más, sólo unos kilómetros al noroeste puede completar el periplo visitando ese punto en el que Europa se hunde de lleno en el Atlántico. Ese sitio, al que el poeta Luís de Camões describió como “aquí, donde la tierra se acaba y el mar comienza”, es el Cabo da Roca, ubicado unos 40 kilómetros al occidente de Lisboa, en la municipalidad de Sintra. El lugar, al que los romanos llamaban Promontorium Magnum, es parte del Parque Natural Sintra-Cascais y suele llenarse de visitantes los fines de semana. Vigilando la costa y sus pequeñas playas separadas por acantilados de piedra de hasta 100 metros de altura está el tercer faro de Portugal: el Faro da Roca, construido en 1772 y de 22 metros de altura.

Sin embargo, si se trata de cabos o promontorios que unen aguas, nada más atractivo que el Cabo Agulhas, o de las Agujas, en el extremo sur de Sudáfrica, que no sólo es el punto más meridional de Africa, sino también el lugar desde el que se pueden contemplar dos océanos, como bien lo indica el cartel de la foto obligatoria: a la derecha, el Atlántico; a la izquierda, el Indico; en medio, la unión de ambos. Atención si visita Ciudad del Cabo: no son pocos los despistados que llegan hasta el mítico y bellísimo Cabo de Buena Esperanza pensando que es allí donde se unen los océanos. Pues no, eso sucede bastante “más allá”; Agulhas está unos 150 km más al sudeste que Buena Esperanza, y allí no hay mucho más que esos carteles: playas rocosas, unas piedras que recuerdan a agujas –las que le dieron el nombre, claro– y un mar bravo que causó no pocos naufragios y llevó a la construcción de un faro, en 1848, al que vale la pena trepar. Cerca, el pequeño y pintoresco pueblo de Agulhas no ofrece muchos encantos, pero apenas unos km al noreste, en Struisbaai, las playas se vuelven espectaculares y el turquesa del agua enceguece. Esto, señores, ya es el Indico.
¿A dónde te fuiste a vivir?
Hay quienes gustan de vivir en ciudades extremas, y son más aún los viajeros curiosos que disfrutan visitándolas. Por ejemplo, si ya llegó a Noruega a poner sus pies en el Cabo Norte, sólo tiene que desandar el camino unos kilómetros para llegar a Hammerfest, que, con casi 10.000 habitantes, es la ciudad ubicada más al norte en todo el planeta. Aunque podríamos decir que las personas más intrépidas no son los “hammerfestenses” sino quienes viven en Alert, pequeña localidad de la costa septentrional de la isla de Ellesmere, en el territorio autónomo de Nunavut, Canadá. Alert es el asentamiento humano permanentemente habitado más septentrional de la Tierra, aunque no pasa de ser una base militar con una estación meteorológica. Su carretera de 6 km y su aeropuerto son también la carretera y el aeropuerto más norteños. Pero seguramente no vale la pena tanto esfuerzo para llegar a un sitio que está ocupado sólo por militares, y que en el censo de 2006 contaba con ¡sólo cinco habitantes!
Un poco más grande –1.600 habitantes– es Longyearbyen, en el archipiélago de las islas Svalbard, en el océano Artico y pertenecientes a Noruega. Es el poblado de más de 1.000 habitantes más septentrional del mundo, pero claro, no alcanza la categoría de ciudad, y por eso este título permanece en manos de Hammerfest.

Las antípodas de esta ciudad noruega están bastante más a mano para los argentinos, ya que la ciudad más austral del planeta no es otra queUshuaia, capital de Tierra del Fuego. A orillas del Canal de Beagle, y a 3.200 km de Buenos Aires, es la base desde la que parten los cruceros a la Antártida y pasan por el legendario Cabo de Hornos, otro bravo punto de unión entre océanos: aquí se encuentran el Atlántico y el Pacífico, entre vientos permanentes y olas desafiantes.
Es cierto que más al sur –vamos, que casi justo enfrente– está la chilenaPuerto Williams, pero por su escasa cantidad de habitantes –poco más de 1.600– no alcanza categoría de ciudad. Sin embargo, Puerto Williams sí tiene el récord de ser el asentamiento administrativo más austral del mundo, por ser capital tanto de la Agrupación de Comunas de Cabo de Hornos y Antártica como de la provincia de la Antártica chilena. Así que vale la foto en sus orillas.

Ahora, sucede que los extremos del planeta bien pueden medirse no sólo por las latitudes, sino también por las altitudes. Por eso, si el viajero se pregunta cuál será la población permanente más alta del mundo, que lea las siguientes líneas: en el departamento de Puno, en Perú, en medio de los Andes y a 5.100 metros sobre el nivel del mar se ubica La Rinconada, una ciudad minera que, a decir verdad, está en las antípodas del turismo: allí casi 30 mil personas malviven de manera muy precaria, sin agua corriente, alcantarillas ni calefacción, en un ambiente por demás gélido y contaminado, sobre todo por el mercurio y el antimonio que se usan en la extracción artesanal de oro. La temperatura permanece bajo cero durante gran parte del año, y llega hasta –25°C en las noches invernales. Mucho más atractiva es la situación de la cercana La Paz, en Bolivia, que tiene otra marca insuperable: es la capital más alta del mundo, con su centro a 3.640 metros y barrios que trepan a los 4.100 m, como la zona de El Alto.

De La Rinconada a sus antípodas hay 5.340 metros de diferencia: la bíblica Jericó, en Cisjordania –territorio palestino–, se ubica a 240 metros bajo el nivel del mar, y es la población más baja del mundo, y también la más antigua. Y por allí cerca está la mayor depresión mundial, en una zona del valle del Jordán que desciende 423 metros por debajo del nivel del mar. O 9.271 metros más abajo de la cima del mundo, el monte Everest.
Con termómetro y paraguas
Supongamos ahora que llegó hasta Ushuaia para conocer la ciudad más austral del mundo. Bien. Tiene entonces la opción de tomar un crucero a la Antártida para conocer el lugar más frío del planeta: en verdad es un poco complejo, porque lo que se encontró es que el aire sobre la cordillera que va del Dome Fuji al Dome Argus llegó a estar, en agosto de 2010, a 93°C bajo cero. Esa temperatura congelaría los ojos, la nariz y los pulmones de una persona en pocos minutos, porque está casi 13 grados por debajo del punto en que el dióxido de carbono se transforma de gas a hielo seco (–78,5° C), así que mejor piénselo dos veces antes de comprar los pasajes. En el lugar opera una estación científica japonesa, la de mayor altitud de todas las desplegadas por el continente antártico: 3.786 metros sobre el nivel del mar.
Lo que tal vez sí le pueda resultar más interesante es conocer cómo se vive día a día dentro de un freezer a la máxima potencia. Si eso le da curiosidad, no lo piense: reserve un ticket con destino a Yakutsk. Esta ciudad de la Siberia rusa, de cerca de 270 mil habitantes, es la más fría del mundo. Es cierto que la temperatura más extrema en un sitio habitado (–71,2°C) se registró en Oymyakon, pero este pequeño pueblo siberiano no supera los 800 habitantes. Por lo tanto, si de ciudades se trata, el récord es de Yakutsk, capital de la república rusa de Sajá, donde la temperatura media anual ronda los –10ºC pero en invierno baja a –40°C, con un récord de –64°C. Eso sí, la amplitud térmica es enorme, ya que en julio –verano del hemisferio Norte– se han llegado a dar máximas de hasta 38ºC. Pero ojo, ¡sobre cero!

Y si se cansa de cargar tantas frazadas, anote este nombre: Dasht-e Lut. Ni el Sahara, ni el desierto de Gobi, ni el subte de Buenos Aires; no, el lugar más cálido del planeta es el desierto salado Dasht-e Lut, en el sudeste de Irán. Bueno, en realidad es una versión, porque aquí hay polémica. Resulta que en 2005 mediciones satelitales de la NASA registraron en la planicie de roca volcánica negra de Lut la mayor temperatura ambiental (sin “ayuda” de incendios, volcanes, géiseres o actividad humana) del mundo: 70,7°C. Pero es una medición satelital. De las registradas en la Tierra, según la Organización Meteorológica Mundial, la más alta es la que se midió el 10 de julio de 1913 en el Valle de la Muerte de California (Estados Unidos), a 330 km de Los Angeles: 56,7°C. Otro valle desértico y sin vida, aunque en este caso es un parque nacional visitado cada año por alrededor de un millón de personas.
También hay quien busca –masoquistas siempre hay– la ciudad más calurosa del mundo. Aquí la lista es larga y disputada, con mediciones extremas como los 55°C que registró Kebili (Túnez) en 1931; los 54°C de Tirat Zvi (Israel), en 1942, o los 52°C de San Luis Río Colorado (México) en 1966. En Argentina, el récord lo tienen –¡cuándo no!– los cordobeses: el 1 de febrero de 1920, la ciudad de Villa María se cocinó a 49,1°C.
Pero si se miden las temperaturas promedio a lo largo del año, a la lista de ciudades-horno hay que agregar a Jazan City, en la costa del mar Rojo de Arabia Saudita, seguida de cerca por Bangkok, capital de Tailandia, donde se superan habitualmente los 40°C, con altísima humedad.

Y cuando lo que lo mata es la humedad, hay una solución: unas buenas vacaciones en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, un lugar en el que uno podría decir tranquilamente que “no llueve nunca”. De verdad. Tan poco llueve, que es el lugar más seco del mundo. La ciudad de Arica, por ejemplo, tiene un récord de lo más curioso: pasaron casi 15 años, entre octubre de 1903 y enero de 1918, sin que se registrara ni un solo milímetro de precipitación. Es, claro, la sequía más larga del mundo.
Su opuesto, curiosamente, no está tan lejos: dicen los registros que el lugar más lluvioso de la tierra es el municipio de Lloró –nunca mejor puesto el nombre–, en Colombia. El régimen de lluvias de esta zona –que no está lejos de Medellín y el eje cafetero colombiano– multiplica por diez el promedio de zonas como la Pampa argentina: el cielo descarga aquí la exagerada cifra de 13.300 mm por año, superando a Cherrapunji, en la India, ciudad que por mucho tiempo se consideró la más lluviosa. Pero en Cherrapunji caen “apenas” 11.430 mm por año, aunque con un leve detalle: las precipitaciones se concentran en la estación monzónica en lugar de repartirse durante todo el año, como en Lloró. Así, una visita a la ciudad india en época de lluvias vendría siendo lo más parecido a un tour al diluvio universal.

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